Padre nuestro, de todos nosotros, de los pobres, de los sin techo, de los marginados y de los desprotegidos, de los desheredados y de los dueños de la miseria, de los que te siguen y de los que en ti ya no creemos.
Baja de los cielos, pues aquí está el infierno; baja de tu trono, pues aquí hay guerras, hambre, injusticias...
No hace falta que seas uno y trino, con uno sólo que tenga ganas de ayudar nos bastaría.
¿Cúal es tu reino? ¿El vaticano? ¿La banca? ¿La alta política? Nuestro reino es Nigeria, Haití, Etiopía, Colombia, Hiroshima...
El pan nuestro de cada día son las violaciones, la violencia de género, la pederastia, las dictaduras, el cambio climático...
En la tentación caigo a diario. No hay mañana en la que no esté tentada de crear a un dios humilde, justo, un dios que este en la tierra, en los valles, los ríos... un dios que viva en la lluvia, que viaje a través del viento y acaricie nuestra alma.
Un dios de los tristes, de los homosexuales; un dios más humano; un dios que no castigue, que enseñe; un dios que no amenace, que proteja, que si me caigo, me levante, que si me pierdo, me tienda su mano; un dios que si yerro, no me culpe y que si dudo, me entienda, pues para eso me doto de inteligencia, para dudar de todo.
Padre nuestro, de todos nosotros, ¿Porqué nos has olvidado?
Padre nuestro, ciego, sordo y desocupado ¿Porqué nos has abandonado?
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